Son algo más de las tres de la tarde cuando entramos en Mérida procedentes de Trujillo. Tras haber disfrutado de un viaje en el tiempo al medievo trujillano el próximo destino de nuestra ‘máquina virtual’ es la Mérida romana: Emérita Augusta.
Actual capital de la comunidad extremeña, sus orígenes se remontan al año 25 a .C cuando fue fundada para dar cobijo a aquellos soldados ‘retirados’ del ejército romano que habían luchado en las guerras cántabras en el norte de la península. De este modo, la nueva urbe acabó por convertirse en capital de la provincia romana de Lusitania y alcanzando un esplendor que deja patente con la presencia de construcciones como el teatro, anfiteatro o el circo. Pero aunque Mérida es sobradamente conocida por su pasado romano no fueron éstos los únicos que ocuparon estas tierras en el pasado, ya que visigodos y árabes también dejaron su huella en la historia emeritense. Hoy en día, la ciudad supera ligeramente los 50.000 habitantes y -como he comentado anteriormente- es desde 1983 capital de la Comunidad Autónoma de Extremadura y está declarada Conjunto Histórico-Arqueológico (denominación única en España) gracias a los numerosos monumentos que conserva.
El sol castiga con dureza -casi 30º- a esas horas de la tarde por lo que decidimos, a la sombra de un café con hielo, dejar la visita al Teatro y Anfiteatro para mañana a primera hora de la mañana cuando el calor todavía no cause estragos. Para pasar la tarde optamos por refugiarnos bajo el techo del Museo Nacional de Arte Romano. Inaugurado en 1986, alberga una amplia colección de objetos de la época romana hallados en el yacimiento arqueológico. En su interior encontramos una reproducción en miniatura que nos muestra cómo sería la ciudad en aquella época.
El edificio, asentado sobre una antigua calzada romana y otros vestigios descubiertos al realizar las obras de construcción de éste, se encuentra dividido en tres plantas a lo largo de las que se recorre la vida de los habitantes de la antigua capital lusitana. El mundo de los espectáculos, las creencias religiosas y sus ritos funerarios o los objetos utilizados en la vida cotidiana (monedas, cerámicas o diversos útiles en hueso, marfil o vidrio). Incluso hay lugar para la recreación de lo que sería una estancia doméstica.
Algunos de los elementos más destacados acogidos en el interior del Museo Nacional son la figura del dios frigio Mitra (fig.1), el retrato oficial del Emperador Augusto realizado en mármol de Carrara (fig.2) o los numerosos mosaicos entre los que destaca el Mosaico de los Áurigas, el cual presenta la figura de Marcianus saludando como vencedor y portando la palma de la Victoria (fig.3).
Concluida nuestra visita todavía es pronto para marcharnos al hotel aunque tarde para pensar en poder visitar algún otro monumento, por lo que nos decantamos por coger el tren turístico que parte de la misma puerta del Museo y realiza un recorrido general alrededor de varios de los puntos de interés histórico de la ciudad. Agradecemos el sentarnos tras haber estado paseando toda la tarde por las salas del museo y el trayecto se nos hace algo corto aunque sirve para situarnos y situar todo cuanto tenemos que ver al día siguiente.
Recogemos el coche y nos dirigimos al hotel para instalarnos y darnos una ducha antes de la cena, en la que damos buena cuenta del jamón y embutidos autóctonos para coger fuerzas ante el intenso día que se nos presenta mañana.
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