5 de Marzo. Zaragoza se echa a la calle, y a los parques, para conmemorar la resistencia a las tropas carlistas que intentaron sin éxito tomar la ciudad a mediados del siglo XIX aunque muchos de los que ‘celebran’ hoy ese día desconocen el motivo y el porqué. Nosotros aprovechamos la festividad en la capital para coger el coche y descubrir un poco más de nuestra tierra. Esta vez el destino es la Comarca de las Cinco Villas.
Territorio limítrofe con la vecina comunidad de Navarra, la comarca está formada por las localidades de Ejea de los Caballeros (capital comarcal), Tauste, Sádaba, Uncastillo y Sos del Rey Católico. Estos dos municipios son los que marcamos en nuestra hoja de ruta antes de salir.
El camino que nos separa de Uncastillo, primera parada, no es precisamente corto. Más de 100 kilómetros que además deben realizarse mayoritariamente por carreteras secundarias, ya que la A-68 solo nos lleva hasta Alagón. Desde allí nos desviarnos por la A-126 hacia Tauste donde tomaremos la A-127. Atravesamos Ejea de los Caballeros y apenas veinte minutos después llegamos a Sádaba. En esta localidad nos llaman la atención los carteles que informan de sus restos romanos (Mausoleo de los Atilios y Los Bañales) que además nos cogen de camino en nuestro recorrido, por lo que decidimos dedicarles unos minutos. Pero sin lugar a duda, lo que más destaca en el entorno de Sádaba es su castillo por lo que, aunque no estaba inicialmente previsto, nos detenemos para visitarlo.
El castillo de Sádaba, restaurado y conservado por la Diputación General de Aragón, se levanta majestuoso sobre una pequeña altura a las afueras del pueblo, por lo que es fácilmente reconocible y accesible. Construido tal como lo conocemos en la primera mitad del siglo XIII, cuenta con una planta de casi 1000 m2 en cuyo interior alberga una capilla y un aljibe junto al patio de armas. Hay que decir que el castillo puede visitarse previo paso por la oficina de turismo, aunque debido a lo ajustado de nuestro tiempo decidimos posponer la visita para mejor ocasión y continuar nuestro camino, no sin antes tomar varias fotos de su espectacular planta.
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Dejamos la A-127 para tomar la carretera que une Sádaba con Uncastillo previo paso por la pequeña localidad de Layana, donde se encuentran los restos romanos de Los Bañales. Antes de llegar al municipio nos desviamos por un camino de tierra que nos lleva a los pies del Mausoleo de los Atilios, conocido popularmente como Altar de los Moros. Del monumento, que actualmente se encuentra vallado, solo se conserva una de las portadas ya que al construirse en piedra arenisca la erosión no ha propiciado su conservación. Se dice que tres generaciones de la familia Atili fueron enterradas en este mausoleo.
Nos acercamos hasta las ruinas de lo que fue la villa romana de Los Bañales aunque el camino que accede a los restos del acueducto solo puede realizarse a pie, con lo que a pesar de no ser demasiado largo (diez minutos según las indicaciones) también decidimos no realizarlo. Volvemos a montarnos en el coche para cubrir los últimos kilómetros que nos separan de Uncastillo.
Es casi mediodía cuando entramos en la oficina de turismo para informarnos de todo lo que la localidad ofrece y, de paso, hacernos con unos mapas. A pocos pasos de allí se encuentra la iglesia de Santa María, de estilo románico, templo principal del pueblo y otrora colegiata que tomamos como punto de partida de nuestra visita. Desde allí callejeamos por las empinadas calles en busca del castillo, del cual ya solo quedan en pie la Torre del Homenaje y el Palacio de Pedro IV, de estilo gótico y recientemente restaurado. Como curiosidad cabe destacar que su arquitecto fue Blasco Aznárez de Borau, que también se encargara de la reforma de la Aljafería.
En el interior de la Torre se proyecta un audiovisual que cuenta los orígenes tanto de la fortaleza como de la localidad que prácticamente tienen su razón de ser el uno en el otro. Ascendiendo por una escalera de caracol podemos ir visitando sus diferentes plantas hasta alcanzar la azotea que nos presenta unas bonitas vistas tanto del pueblo como de la planta del castillo, pudiendo ver perfectamente los restos de los cimientos de lo que sería una torre ‘gemela’ a la del Homenaje.
Continuamos nuestro paseo por las calles de Uncastillo que prácticamente se encuentran desiertas a pesar de que todavía es una hora prudencial para pasear por ellas. La única gente que encontramos es un grupo que se encuentran realizando la visita guiada y cuyo guía nos informa de que la iglesia de San Martín se encuentra cerrada. Nos tenemos que conformar con tomar unas fotos de sus exteriores, donde destaca su imponente torre.
A la salida, y camino de Sos, encontramos los restos de una pequeña iglesia templaria de la que solamente queda en pie el portal de entrada. Sin embargo, desde ese mismo punto se puede recoger una de las mejores instantáneas del viaje: la panorámica de Uncastillo bajo el amparo de su fortaleza.
En apenas media hora llegamos a la localidad de Sos del Rey Católico, donde nos han recomendado dejar el coche a la entrada ya que el casco urbano está, prácticamente, cerrado al tráfico. Así lo hacemos y tras dejar el coche en la Plaza del Mesón buscamos algún sitio para comer antes de que se nos haga demasiado tarde. Tras saciar nuestro apetito comenzamos, mapa en mano, nuestro paseo por las calles de la población.
Originalmente llamada Sos (cuyo nombre quiere decir ‘sobre’, haciendo referencia a la orografía del lugar) la localidad recibió el ‘apellido’ del Rey Católico tras producirse en ella en 1452 el nacimiento del infante Fernando, quien años más tarde se convertiría en Rey de España.
Comenzamos nuestro paseo desde la propia Plaza del Mesón y atravesando el Portal de Zaragoza nos introducimos en pleno casco histórico. La población de Sos -completamente amurallada- conserva hasta siete portales de la muralla que la protegía, recibiendo cada uno de ellos el nombre del lugar con el que comunicaba ese camino (Zaragoza, Uncastillo, Sangüesa o Jaca). Una de las excepciones es el famoso Portal de la Reina, que debe su nombre a que fue el portal que atravesó la Reina para entrar en Sos cuando llegó para dar a luz a su primogénito Fernando.
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Pasamos ante el Palacio Español de Niño y callejeando llegamos a las puertas del Palacio de Sada, casa noble en la que nació Fernando el Católico. Construido sobre las ruinas del antiguo castillo, su apariencia exterior es más de fortaleza que de palacio, debido a las almenas que pueblan su techo. Actualmente, el palacio alberga un centro de interpretación sobre la vida y obra del monarca siendo únicamente accesible mediante visita guiada. Como todavía no son las cuatro continuamos caminando por la judería, zona contigua al palacio, y descubriendo las callejuelas empedradas que nos acaban trasladando a la plaza del Ayuntamiento.
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Camino de la Iglesia de San Esteban nos encontramos con numerosas estatuas que homenajean el rodaje de “La vaquilla”, película de Luis García Berlanga que narra las andanzas de un grupo de soldados republicanos infiltrados en territorio nacional durante la Guerra Civil española. Como no podía ser de otra manera, el director valenciano dispone de un lugar de excepción para su busto a los pies de las ruinas del castillo.
Del castillo, que antaño sirviera como defensa de Aragón ante el Reino de Navarra y previamente fuera territorio árabe ante la invasión cristiana, apenas queda en pie su Torre del Homenaje desde cuyo pie divisamos unas espectaculares vistas pudiéndose llegar a visualizar el Pirineo si el día acompaña. Prácticamente adosado al castillo, o mejor dicho a lo que fuera su emplazamiento, se encuentra la iglesia de San Esteban.
De origen románico, fue testigo del bautismo del monarca Fernando y ofrece una imagen de iglesia-fortaleza que nos hace imaginarla como una extensión más del castillo. Destaca sobremanera su pórtico, donde se representa un cristo Pantócrator escoltado por el Tetramorfos y estatuas columnarias en las que se representa al rey David o a Pelayo, así como su cripta –también conocida como iglesia baja- que conserva unos interesantes murales. Su acceso cuesta un euro y, lamentablemente, no están permitidas ni las fotos ni las grabaciones.
Desde allí nos dirigimos de vuelta al Palacio de Sada, punto de partida y destino de una visita guiada que nos desvela algunos secretos que, a simple vista, pasan desapercibidos a los ojos del viajero y nos ayuda a conocer un poco más la historia de la villa. Finalizada la ruta callejera y en plena visita del centro de interpretación de la vida de Fernando el Católico, una de sus ventanas nos deja una de las vistas más espectaculares del día.
Terminamos la visita y emprendemos el viaje de vuelta no sin antes detenernos en la panadería que hay junto al Portal de Zaragoza para hacernos con repostería típica. Los 120 kilómetros que nos quedan por delante sirven para reflexionar sobre una jornada que ha superado ampliamente las expectativas y que invita, sin duda, a una segunda visita en un tiempo quizá no muy lejano.
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